Desde finales de septiembre, el Amazonas enfrenta una de las sequías más implacables de su historia. Inquietantes imágenes del estado brasileño de Amazonas lo muestran cientos de delfines de río e innumerables peces muertos en las orillas de los ríos después de que la temperatura del agua el mes pasado se disparara de 82 grados Fahrenheit a 104 grados Fahrenheit.
A medida que aumentan las temperaturas, los pueblos indígenas y las comunidades locales de la Amazonía central y occidental (es decir, regiones de Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú) están viendo cómo sus ríos desaparecen a un ritmo sin precedentes.
Dada la dependencia de la región de las vías fluviales para el transporte, los niveles extremadamente bajos de los ríos están perturbando el transporte de bienes esenciales, y numerosas comunidades luchan por acceder a alimentos y agua. Los departamentos regionales de salud han advertido que también es cada vez más difícil llevar asistencia médica de emergencia a muchas comunidades amazónicas.
En Brasil, el gobierno del estado de Amazonas ha declarado una emergencia mientras las autoridades se preparan para lo que ya es la peor sequía en la historia del estado, y se espera que afectan la distribución de agua y alimentos a 500.000 personas a finales de octubre. Unos 20.000 niños podrían perder el acceso a las escuelas.
Las condiciones cálidas y secas también han provocado incendios forestales en toda la región. Desde principios de 2023, más de 11,8 millones de acres (18.000 millas cuadradas) de la Amazonia brasileña han sido consumidas por el fuego, un área dos veces mayor que Maryland. En Manaos, la capital de Amazonas en Brasil y una ciudad de dos millones de habitantes, los médicos han informado de un aumento de los problemas respiratorios debido al humo persistente de los incendios, especialmente entre niños y ancianos.
Las ciudades distantes también se han visto afectadas. En Ecuador, donde normalmente el 90% de la energía es generada por centrales hidroeléctricas, la sequía amazónica ha obligado al gobierno a importar energía de Colombia para evitar cortes de energía generalizados. “El río que fluye desde el Amazonas, donde están ubicadas nuestras centrales eléctricas, ha disminuido tanto que la generación hidroeléctrica se redujo al 60% algunos días”, explicó Fernando Santos Alvite, Ministro de Energía de Ecuador.
Aunque las estaciones húmedas varían en todo el Amazonas, no se prevén lluvias en la mayoría de las regiones afectadas hasta finales de noviembre o principios de diciembre.
EL NIÑO, DEFORESTACIÓN E INCENDIOS: UNA COMBINACIÓN PELIGROSA
Los científicos enfatizan que si bien la sequía extrema está influenciada por El Niño, la deforestación a lo largo de los años ha empeorado la situación. Además, los incendios forestales vinculados a las prácticas de tala y quema favorecidas por los ganaderos y los productores de soja están empujando a la región más allá de sus límites.
Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigaciones Ambientales Amazónicas (IPAM), explica: “El humo de los incendios afecta la lluvia de varias maneras. Cuando se talan bosques nativos, se eliminan árboles que liberan vapor de agua a la atmósfera, lo que reduce directamente las precipitaciones”.
Las investigaciones han demostrado que este proceso degenerativo podría estar acercándonos a un “punto de inflexión” en el Amazonas, con estaciones secas más cálidas y más largas que podrían desencadenar una muerte masiva de árboles. Un estudio publicado el año pasado en Nature Climate Change postula que estamos a sólo décadas de que grandes porciones de la selva amazónica colapsen y se conviertan en sabana, lo que, a su vez, produciría un efecto devastador en los ecosistemas de todo el mundo.
Esta sequía no es un desastre natural aislado. Es un síntoma de global clima cambios y los impactos locales de la deforestación. Abordar estos desafíos requiere una acción coordinada a nivel local, nacional y global.
El gobierno brasileño ha creado un grupo de trabajo y Perú ha declarado una emergencia regional, pero muy pocas comunidades de la región han visto algún esfuerzo coordinado para mitigar los impactos de la sequía. Mientras tanto, a los analistas les preocupa que las comunidades indígenas remotas y aisladas sufran más que la mayoría.
Los pueblos indígenas están en la primera línea del cambio climático, a pesar de ser los que menos contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora, más que nunca, la solidaridad internacional y el apoyo a las comunidades afectadas son esenciales.
Publicado originalmente en The European Times