Usted, muy probablemente no conozca a la familia Kapkanets. Es normal. Le cuento, es, perdón, era una familia ucraniana que vivía en Volnovaja, situada en la región de Donetsk. La familia estaba compuesta por nueve miembros, y el pasado mes de octubre, a finales, se dispusieron a celebrar el cumpleaños de Natalia Kapkanets, la madre. Alguno de sus familiares le había regalado unas flores y habían preparado un pequeño festín con las pocas cosas que habían logrado conseguir, viviendo como vivían en un lugar ocupado por el ejército ruso.
La fiesta transcurría sin incidentes. Los niños, Mikita de 5 años y Nastia de 9, jugaban sin excesivo jaleo, cuando poco antes de comer, entraron en la vivienda haciendo uso de su natural autoridad, los soldados del ejército de ocupación, que bajo las órdenes de Vladimir Putin, mantiene los territorios ocupados bajo el “Imperio de las ametralladoras”. Todos los miembros de la familia Kapkanets enmudecieron, mientras los soldados les exhortaban a abandonar su casa y a marcharse a otro lugar, que cogieran los pocos enseres que pudieran y dejaran su casa para que los gloriosos soldados del ejército de la madre Rusia se quedaran en ella. La familia Kapkanets se negó a abandonar la casa que con tanto esfuerzo habían logrado construir a lo largo de los años. Y curiosamente, ante su negativa, aquellos soldados sólo articularon a proferir amenazas y se marcharon.
No sin cierto temor, la fiesta prosiguió sin mayores incidentes. Y cuando llegó la noche, todos se fueron a dormir, después de haber pasado un día contentos y felices. Empañado únicamente por la desagradable visita de los soldados rusos.
Ya entrada la noche, los vecinos escucharon una serie de disparos en la casa de los Kapkanets. Para cuando se decidieron a ir, vieron como una camioneta del ejército ruso se alejaba cargada de soldados. Los primeros que entraron se quedaron horrorizados, mientras contemplaban el cadáver de una persona acribillado a balazos en el viejo sofá verde de una salita de estar, que tapado con dos mantas se teñía poco a poco de rojo. En el salón las flores que había recibido la señora Kapkanets estaban en el suelo, pisoteadas.
Pedro Andryushchenko, uno de los asesores del alcalde de Mariupol, confirmó en un comunicado: “Fue una operación de liquidación evidente; los nueve cuerpos recibieron disparos y la mayoría de dichos impactos fueron en la cabeza”.
Los primeros vecinos en entrar encontraron a Nastia de 9 años, abrazada a Mikita de 5 años, como si estuviera intentando protegerla. Tenían ambas, destrozada la cabeza y su sangre salpicaba el respaldo de la cama y la pared donde esta se apoyaba. También el defensor del pueblo ucraniano Dmitro Lubinets afirmó “según datos preliminares, los soldados mataron a toda la familia Kapkanets, quienes estaban celebrando un cumpleaños y se negaron a dejarles la casa”.
Por supuesto ante la gravedad de lo sucedido en Volnovaja, la Fiscalía General de Donetsk, no tuvo más remedio que iniciar una investigación que acabó con la rápida y sorprendente detención de dos soldados del ejército de ocupación ruso. De dichos soldados no se dio ni filiación ni ningún dato que pueda confirmar que dicha noticia sea cierta.
Matanzas como la de la familia Kapkanets son muy comunes en la zona ocupada por el ejército ruso, donde impera la ley de los soldados enviados a un conflicto desordenado y sangriento, donde para los asesinos que conforman dicho ejército la vida humana no tiene valor.
Por supuesto Vladimir Putin no ha comentado nada sobre este hecho, ni hemos oído interpelaciones en las sedes de las Naciones Unidas sobre dicha familia. Las Organizaciones No Gubernamentales tampoco hablan del asunto y apenas los grandes medios de comunicación se han hecho eco de la noticia. Sin embargo Natalia no verá crecer a sus hijas Mikita y Nastia, ni están a sus hijos, si es que los hubieran tenido. Un horror.
La familia Kapkanets es tan sólo el recordatorio cercano de que en cualquier conflicto el ser humano se convierte en bestia. Bestias que reciben órdenes de personas que se encuentran a cientos de miles de kilómetros del lugar donde ocurren los hechos, y que sirven a intereses, muchas veces desconocidos y espurios. Hoy, mientras escribo estas palabras, siento que el asesinato de la familia Kapkanets es un poco culpa de todos, incluso mía. Y es por ello que no he querido dejar pasar la oportunidad de recordarlos en esta crónica donde he puesto más corazón que cabeza, con el único propósito de que nos conmovamos con el horror que se vive a cada instante en este mundo, aunque sea mientras tomamos el café y las tostadas sentados en un viejo bistró cercano a la Torre Eiffel.
Para más información: Internet Familia Kapkanets. Asesinatos soldados rusos. Rotyslav Averchuk (Leópolis- Ucrania).