A veces es difícil distinguir a una persona que miente frecuentemente de otra que sufre mitomanía
Todo el mundo ha mentido en algún momento. Este es un hecho innegable. De hecho, aunque la honestidad se considera el valor moral más alto, es posible que en algunas situaciones se acepte la mentira. Puedes mentir para evitar revelar una fiesta sorpresa o deshacerte de alguien que sólo traerá infelicidad a tu vida, por ejemplo. Pero ¿qué pasa con las personas que mienten sin motivo alguno?
A veces es difícil distinguir a una persona que miente a menudo de otra que sufre mitomanía, una condición en la que podemos hablar de mentira compulsiva. En este trastorno, llamado mitomanía, una persona miente compulsivamente, falsifica y distorsiona constantemente la realidad, en la mayoría de los casos él mismo no se da cuenta de que está mintiendo e incluso puede creer sus propias ficciones y aceptarlas como reales.
La mitomanía es más común en hombres que en mujeres. Entre las principales características de personalidad de estas personas se encuentran la baja autoestima, el narcisismo, pocas o nulas habilidades sociales y una tendencia a desconfiar de otras personas.
¿Qué pasa por la cabeza de estas personas que mienten sin cesar sin motivo alguno?
Necesidad de aprobación
Esta es una de las razones más comunes para mentir, pero en este caso particular no existe una presión ambiental real para hacerlo. Esto significa que el sujeto, a pesar de estar en un círculo social que lo acepta y acoge, sigue sintiendo que debe ganarse la aprobación de los demás y por tanto miente.
Se da importancia al contenido de las mentiras
Esta situación está en más de un nivel, así que veámosla con un ejemplo. Un hombre miente a sus amigos diciéndoles que tiene mucho dinero. Cuando descubren que este no es el caso, todos se sorprenden. Todos tienen una situación financiera similar y nunca ha habido una admiración colectiva por aquellas personas que tienen más. Aquí la mentira no tiene nada que ver con la presión del entorno, sino con el juicio interior del propio mentiroso. Para él, tener mucho dinero es un aspecto que hace que alguien tenga éxito y quiere ser así.
Sentirse fuera de control
Puede parecer absurdo, pero las historias de ficción están bajo el control del narrador, no de la realidad. Por eso, cuando cuenta una historia, la modifica de forma fantástica. Es decir, el mentiroso toma el control de la narrativa y de los hechos que presenta.
De esta forma se evitan detalles y hechos que puedan contradecirse.
El invento de hoy es una continuación del invento de ayer.
Generalmente estas personas se alejan tanto de la realidad con sus mentiras que ellas mismas enredan una cadena de mentiras que difícilmente podrían desentrañarse.
Dicen lo que desearían que fuera verdad
Aunque parezca poco probable, repetir muchas veces una mentira puede convertirla en una verdad colectiva. Por ello, muchas personas narran ciertos hechos y aspectos de sí mismas que reflejan lo que les gustaría ser en la realidad.
Al que lo dice, no es mentira.
Al fin y al cabo, las palabras que salen de nuestra boca representan un mensaje que ha pasado por los filtros de nuestra percepción, procesamiento mental y capacidad de memoria. Es decir, a veces una mentira para los demás puede ser una verdad para nosotros.
Publicado originalmente en The European Times