El barrio de Alsterdorf, en la ciudad de Hamburgo se conmocionó en la noche del 9 de marzo pasado, al oír a Philip F de 35 años y exmiembro de los Testigos de Jehová, disparar de manera ininterrumpida, en el Salón del Reino, sito en dicho barrio, para asesinar a 7 personas y herir a otras tantas.
Philip era un tirador deportivo experto y, además, había sido miembro de dicha congregación religiosa hasta hacía poco tiempo. Acabó, entre otros, con la vida de un bebe de pocos meses. Y luego, después de haber cometido el acto, se suicidó. Existe un video difundido por algunos medios de comunicación a nivel mundial, donde se ve la atroz matanza.
Después de pasados algunas semanas, se siguen desconociendo las causas que pudieron llevar al asesino a cometer dicho acto. En un primer momento se llegó a hablar incluso de alguna perturbación mental; algo recurrente por parte de las autoridades cuando no tienen ninguna explicación que dar a la opinión pública.
Como experto en dicho tema me gustaría aportar algunos datos básicos sobre dicho grupo religioso, que me parecen de suma importancia, para entender, o hallar un camino que nos permita acercarnos a la verdad de lo ocurrido de una manera certera.
Es un grupo milenarista, que nace en 1870 en el estado de Pensilvania. A grandes rasgos siguen las directrices de la Biblia traducida por la organización que controla todas las publicaciones que leen, la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, una entidad jurídica creada en 1884. Los Testigos de Jehová creen en el final de los tiempos como un dogma permanente, lo esperan y lo han anunciado en numerosas ocasiones. No ven películas de terror, ciencia ficción, ni consumen literatura que no sea la editada por ellos. Su endogamia llega hasta el punto de considerarnos al resto de los mortales, habitantes de un mundo gobernado por Satán. Por lo que rara vez establecen relaciones, salvo las estrictamente comerciales con el resto de la población. Basándose en la interpretación bíblica de una manera radical, no admiten las trasfusiones de sangre, aunque sí lo hicieron en el pasado. Además, recomiendan el decoro como herramienta de comportamiento moral, las mujeres no deben ir con minifalda, ropa ajustada, etc., y los hombres deben guardar siempre un comportamiento ejemplar, no está permitida la barba ni otros adornos corporales.
Sin parecerse a otras corrientes milenaristas del siglo XIX, se les puede considerar una secta aislacionista que recomienda en todo momento a sus miembros que no se relacionen, salvo en lo comercial con el resto de las personas no vinculadas a la iglesia. Sus constantes publicaciones que deben estudiar de manera permanente facilitan un lavado de cerebro ciertamente destructivo. Todo ello y cuanto pudiéramos decir en este artículo nos lleva hasta un perfil de personas donde, desde su concepto de la moral o de la ética, social y de comportamiento está regida por la religión. Y así llegamos a Philip, el asesino de siete miembros de su congregación religiosa, compañeros y amigos hasta hacía poco tiempo.
¿Por donde debería de ir la investigación?
Con todo lo anteriormente expuesto y cuanto se puede averiguar de dicha religión, tanto en su literatura como en las entrevistas que se pudieran realizar a algunos de sus miembros, se trazaría un perfil que nos conduciría a un grupo cerrado, cohesionado, de ideas semejantes, moral parecida, conocimientos bíblicos idénticos, vestimenta similar y comportamiento y costumbres sociales idénticas, sea el lugar del planeta donde se encuentren, además de las ideas obsesivamente milenaristas basadas en unas enseñanzas bíblicas dudosamente traducidas, analizadas e interpretadas.
Entonces la pregunta sería ¿qué ocurre cuando alguno de sus miembros no cumple las reglas del grupo?
Existe un denominado “Comité judicial” en cada una de las congregaciones o grupo de congregaciones locales, que, compuesto por personas, a las que denominan ancianos, no por su edad, sino por el poder que detentan dentro del grupo, por su vinculación a la propia Iglesia y, sobre todo por su ascendencia sobre los demás. Cuando alguno de los miembros de la iglesia comete, lo que consideran pecados, dicho organismo se reúne con él para dirimir conjuntamente la falta, siempre según los preceptos bíblicos. Normalmente casi siempre se llega a algún tipo de acuerdo y todo queda solucionado de una manera rápida. Pero si la actitud en el sujeto persiste, su falta se hace pública dentro del grupo y es censurada durante algún tiempo, dicha censura comporta una serie de aislamientos dentro del grupo, hasta que éste haga un acto de contrición y se arrepienta, en cuyo caso volverá al seno de la comunidad, que será, como hijo pródigo “aceptado de nuevo con gran alegría”. Pero si dicho acto de contrición no se produce, se procedería a su expulsión y en ese momento comenzaría su calvario, porque todos los miembros del grupo, hasta ese momento amigos e incluso familia, salvo los que residan bajo el mismo techo, recibirían la “orden” de aislarlo, no saludarlo ni volver a tener contacto con dicha persona. Sería en definitiva repudiada. Exactamente igual que si decidiera abandonar por su propia decisión dicho grupo religioso, sería aislado sistemáticamente de una manera irracional.
Se imaginan tener un grupo de amigos, una familia espiritual, salir con ellos en todo momento, incluso tener una pareja, siempre hombre y mujer, nada de otras inclinaciones sexuales, y de repente, por cualquier cuestión relacionada con su forma de entender la vida, etc., decide salirse de dicha religión y que el grupo cuando le vea le de la espalda. Que el amor se diluya y el aislamiento social impere.
Es muy probable que, si la fuerza emocional de dicha persona es fuerte o recibe la ayuda necesaria, salga de dicho momento fortalecido, con alunas heridas, pero dispuesto a comenzar de nuevo en una sociedad infinitamente más permisiva. Pero ¿qué ocurre si dicha persona es débil? El aislamiento y el dolor pueden conducir a la ira y a los pensamientos negativos entorno al grupo y entonces se puede plantear, si no encuentra otra salida, o no recibe la ayuda necesaria, o, por parte de las autoridades sanitarias que desconocen realmente el proceso por el que el sujeto pueda estar pasando, le suministran algún tipo de medicamento que le lleva a tener ideas delirantes o suicidas, que focalizaría en el grupo, pues que el coctel estaría activado.
Philip un día se levantó, preparó sus armas y decidió tomar el camino más fácil. Asesino a siete personas e hirió a otras tantas. Para los Testigos de Jehová, seguramente, su actitud reforzó su tesis: el mundo de satanás lo llevó a cometer dichos crímenes. Las autoridades, seguramente, afirmarán que tenía algún tipo de trastorno mental. Pero nadie va a hacer autocrítica. Ocho personas muertas, incluido Philip para que nadie saque ningún tipo de conclusión.
Por Gabriel Carrión, experto mundial en Nuevos Movimientos Religiosos, escritor y periodista.