Durante la Ilustración, hombres y mujeres no ocupaban posiciones de igualdad dentro de la sociedad, no solo como consecuencia de los modelos derivados del Antiguo Régimen, sino que además se encontraban en una añadida situación de desigualdad respecto de los varones, por la concepción que se tenía de ellas. Se consideraba que estas estaban inclinados a todos los tipos de vicio debido a su carácter y que eran causante de todos los males que acaecían a los hombres. Estas se encontraban totalmente subordinadas al varón, incluso por el derecho.
Sin embargo hubo un grupo bastante numeroso de personas que durante la Ilustración también defendieron la igualdad entre hombres y mujeres considerando que el acceso de la mujer a la educación debía constituir la pieza angular de sus reivindicaciones. Consideraban que las mujeres por naturaleza tenían las mismas aptitudes que los varones y que si esta no desempeñaba un papel más importante en la sociedad era por su imposibilidad de acceder a la educación.
Entre los hombres y mujeres que en el siglo XVIII reivindicaron en España la igualdad femenina asociada a la necesidad de extender la formación de las mujeres encontramos la interesante obra de tres autores que algunos críticos han venido a denominar un feminismo ilustrado. Estos son: Benito Feijoo, que dedicó uno de los discursos de su Teatro Circo a la defensa de la mujer; la zaragozana Josefa Amor y Borbón que escribió dos obras en torno a la igualdad entre mujeres y hombres; e Inés Joyes y Blake, madrileña de origen irlandés y francés, que, en la misma línea que los autores anteriores, sostuvo la igualdad entre hombres y mujeres en un ensayo.