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miércoles, noviembre 20, 2024
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En un mundo bajo amenaza nuclear, los creyentes trabajen por la paz


Esta mañana, antes de la audiencia general, Francisco se reunió con los participantes en el XII Coloquio del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso con el «Centro para el Diálogo Interreligioso e Intercultural» de Teherán, sobre el tema «La educación de los jóvenes en particular en la familia: un desafío para cristianos y musulmanes» y subrayó que el compromiso por la paz de quienes creen en el «Dios del amor omnipotente», nos hace «creíbles a los ojos del mundo y de las nuevas generaciones».

Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

El compromiso que juntos, «los creyentes en el Dios de la paz», «el Dios del amor omnipotente», podemos «demostrar por la paz nos hace creíbles a los ojos del mundo y en particular de las nuevas generaciones». Y la actualidad de un mundo «dividido y desgarrado por el odio, las tensiones, las guerras y las amenazas de conflicto nuclear» nos impulsa a «rezar y trabajar por el diálogo, la reconciliación, la paz, la seguridad y el desarrollo integral de toda la humanidad». Así lo subrayó el Papa Francisco en el encuentro de esta mañana, antes de la audiencia general en el aula del Aula Pablo VI, con los participantes en el XII Coloquio del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso con el «Centro para el Diálogo Interreligioso e Intercultural» de Teherán, que se celebra en el Vaticano.

La contribución educativa de los abuelos, un elemento común

Tras alegrarse de la larga colaboración entre los dos organismos, «a favor de la cultura del diálogo, un tema fundamental y muy querido para mí», el Papa felicitó a los presentes por la elección del tema «muy bello» del Coloquio: «La educación de los jóvenes en particular en la familia: un desafío para cristianos y musulmanes». Reiteró que la familia, «cuna de la vida, es el lugar primordial de la educación», es en ella «donde se dan los primeros pasos y se aprende a escuchar, a reconocer al otro, a respetarlo, a ayudarlo y a vivir con él».

Un elemento común de nuestras diferentes tradiciones religiosas se encuentra en la contribución educativa que los ancianos aportan a los jóvenes. Los abuelos, con su sabiduría, imparten educación religiosa a sus nietos, actuando como un vínculo decisivo en la relación familiar entre generaciones.

El diálogo entre creyentes abre al encuentro en la familia humana

Una religiosidad que, transmitida sin formalismos y con el testimonio de la vida, debe considerarse, para Francisco, «de gran valor para el crecimiento de los jóvenes». Y es también «un desafío educativo común» para cristianos y musulmanes, en las nuevas situaciones complejas de los matrimonios «mixtos», en los que, como escribió en la Exhortación postsinodal Amoris laetitia, «se puede reconocer un lugar privilegiado para el diálogo interreligioso». La familia, afectada por el debilitamiento «de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades», está llamada hoy a afrontar muchos desafíos, y para cumplir mejor su misión educativa, según el Pontífice, «necesita el apoyo de todos, incluidos el Estado, la escuela, la propia comunidad religiosa y otras instituciones».

Entre las diversas tareas de la familia está la de educar a «habitar» más allá de los confines de la propia casa. El diálogo entre creyentes de diversas religiones hace precisamente eso, permite salir de los esquemas estructurados para abrirse al encuentro en la gran familia humana universal.

Cooperación hermandad y dignidad de cada persona

Un diálogo que, para ser fructífero, «debe ser abierto, debe ser sincero, debe ser respetuoso, debe ser amistoso, debe ser concreto», de modo que «sea creíble a los ojos de la propia comunidad, así como ante los interlocutores y sus comunidades, sin olvidar nunca que a Dios daremos cuenta de todo lo que pensamos, decimos o hacemos». Por último, para el Papa, la educación de los jóvenes «se realiza mediante la cooperación fraterna en la búsqueda de Dios.

En esta búsqueda, no debemos cansarnos nunca de hablar y trabajar por la dignidad y los derechos de cada persona, de cada comunidad y de cada pueblo. La libertad de conciencia y la libertad religiosa son, de hecho, la piedra angular del edificio de los derechos humanos.

Porque la libertad religiosa, y aquí Francisco cita al Concilio Vaticano II, «no se limita al ejercicio del propio culto, sino que permite ser totalmente libres para decidir en el ámbito de la propia creencia y práctica religiosa».

Cerca del pequeño rebaño de católicos en Irán

Al comienzo de su discurso, el Pontífice recordó que en el consistorio del 7 de diciembre creará cardenal al arzobispo de Teherán-Ispahan, Dominique Joseph Mathieu.

Esta elección, que expresa cercanía y solicitud por la Iglesia en Irán, se refleja también en todo el país. Es un honor para todo el país.

Y al saludar cordialmente al arzobispo caldeo de Teherán, monseñor Imad Khoshaba Gargees, presente en la audiencia, subrayó que la suerte del «pequeño rebaño» de la Iglesia católica en Irán «está muy cerca de su corazón». A continuación, confirmó que era consciente de «su situación y de los retos que está llamada a afrontar» para dar testimonio de Cristo y «aportar su discreta pero significativa contribución al bien de la sociedad en su conjunto, libre de discriminaciones religiosas, étnicas o políticas».



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