Los países árabes pueden comprarlo todo, hasta la conciencia de quienes lideran el fútbol. El país con la renta per cápita más alta del mundo, cerca de 128.000 euros de media, frente a los 27.000 de España se compró un mundial en 2010 en Estados Unidos. Un país donde los derechos de las mujeres, de los trabajadores de la construcción y los de los colectivos LGTBI están conculcados.
Baste asomarse a la página de Amnistía Internacional para conocer de primera mano la falta de derechos de las mujeres en Qatar. A pesar de que en 1999 fue el primer país árabe que concedió el voto a las mujeres, quienes ostentan una miserable posición en la toma de decisiones de dicho país, siguen estando tuteladas por el varón. Generalmente son el padre o el hermano quien toma las decisiones importantes de su vida por ellas, como casarse, estudiar en el extranjero, viajar, y tener algunas asistencias específicas sobre su salud reproductiva. Lo cual lleva a la conclusión de que la mujer qatarí ni siquiera es dueña de su propio cuerpo. En Qatar, además, a la mujer divorciada jamás se le permite tener la custodia de los hijos, siendo relegadas al ostracismo social.
Muchos son los informes de organizaciones de derechos humanos, como la mencionada Amnistía Internacional o Human Rights Watch, donde se afirma la permanente vulneración de dichos derechos en lo tocante a la mujer y no sólo a esta.
El colectivo LGTBI
El código Penal qatarí sigue tipificando las relaciones homosexuales entre hombres como un delito punible con hasta siete años de prisión. Su artículo 296 especificaba los delitos de “conducir, instigar o seducir a un varón de cualquier manera para que cometa sodomía o disipación” e “inducir o seducir a un varón o a una mujer de cualquier manera para que cometa acciones ilegales o inmorales”. (Fuente Amnistía Internacional)
Hace apenas unos días Khalid Salman, exjugador de la selección qatarí, en una entrevista a una televisión alemana ZDF, calificaba la homosexualidad como una infección de la mente. La propia ministra alemana de Interior, Nancy Faeser, calificó dichas declaraciones de “horribles”. Pero sin embargo matizó que iría al mundial.
Si tenemos en cuanta lo dicho por el exjugador de fútbol qatarí Khalid y su advertencia de que la homosexualidad en el Islán es “haram” tenemos la receta para que se produzcan altercados entorno ha dicho tema.
Pero la pregunta es: si nadie quiere ir ¿por qué se va?
Quizá la FIFA y lo ocurrido en 2010 en Zúrich tenga mucho que ver con ello, dado que Qatar compró entonces a varios de los miembros de dicho de la junta directiva con el fin de garantizarse que en 2022 se pudiera celebrar el mundial en dicho país.
La FIFA y el escándalo permanente del fútbol.
Que el fútbol ya no es el deporte donde la pelota gira y unos cuantos jugadores dan patadas entorno a un campo de más o menos metros, nadie lo duda. Hoy es un negocio que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo. Y es por ello que el 2 de diciembre de 2010, cuando todo entorno al futbol se compraba, se vendía o se amañaba, 14 de los 22 miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA votaron a favor de Qatar y en contra de los Estados Unidos, para celebrar el mundial de 2022. Los 8 restantes sencillamente se abstuvieron o, para darle mayor “veracidad” decidieron votar a favor de la sede americana. Aquello no sentó del todo bien a las autoridades americanas, quienes vieron como se les escapaba una importante oportunidad de negocio, sobre todo a las grandes multinacionales y corporaciones que desean incorporar dicho deporte en la cultura americana, sabedores del tirón que el mismo tienen en las minorías ya mayoritarias de hispanos en algunos estados.
Pero la cosa no quedó allí, dado que 16 de los miembros de aquel comité de 2010 han sido procesados a lo largo de los años por estafas, malversación, etc., y algunos de ellos encarcelados. Aquel Comité, al menos para los americanos dejó de ser un club secreto y comenzó a tener que dar cuentas. Sin embargo nadie osó jamás intentar revertir aquella decisión. ¿Por qué?
Aunque nadie lo dice las posibilidades de negocio para los propietarios de clubs importantes, con el gobierno qatarí se abren de par en par. Nadie comenta de las posibilidades urbanísticas que se abren o de las inversiones de los jeques qataríes en otros países que se pueden cerrar. Todo vale con el fin de cerrar acuerdos millonarios sin tener en cuenta ni tan siquiera el deporte.
Y aunque se están abriendo brechas, y los jugadores de algunas selecciones van a llevar un brazalete multicolor, el soborno en especias que les aguarda a los seleccionados, junto al trato a sus mujeres debe ser lo suficientemente inimaginable como para que éstos y estas se decidan a “disfrutar” de un baño de multitudes compradas en un mundial que les llenará de vergüenza.
Quizá las mujeres de los futbolistas, en esta ocasión ─esto es opinión─ deberían quedarse en casa y no ser cómplices de sus maridos, y quizá por una vez, los jugadores de fútbol deberían plantearse no ir a jugar a un país que conculca los derechos humanos de tal manera que ni tan siquiera respeta la mano de obra externa. Un país que ha exportado trabajadores para crear esos estadios que serán recordados, sin duda por ser la tumba de cerca de 6.500 de ellos, según las cifras de las organizaciones de derechos humanos que han seguido de cerca la explotación del gobierno qatarí a esa mano de obra barata y sin derechos. Ver jugar a las selecciones de medio mundo entre tumbas no está entre mis planes, así que me he declarado una vez más objetor por los derechos humanos y no veré el mundial de un país que no respeta dichos derechos.