Hoy, cuando terminaba de comer, las cadenas generalistas interrumpían las noticias para vendernos la rueda de prensa de Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno. Sin hacerle caso, escuchaba su voz de fondo, como siempre, tratando de venderse mientras culpaba a otros de todos los males del Universo. He de reconocer que no le soporto, no entender con ésto que no soporte al PSOE o a los socialistas, si quisiera decir eso, lo diría. Es a Pedro al que no soporto. Es guapo, está preparado, pero desde Felipe González y otros, hasta el escritor cartagenero Pérez Reverte, ven cosas en él que no son de fiar. Pues bien mientras atendía mis obligaciones recogiendo la mesa, escuché algunas cuestiones que deseaba dejar escritas, como notas, apuntes curiosos y reflexiones.
La primera de ellas es la necesidad de este chico de llamar la atención. Me da la sensación y es una cuestión compartida con muchos, que le encantaría ser Presidente de la República de España y más aún Rey, sobre todo, dado su carácter totalitario, el Rey Sol. ¿Quién puede discutir el secuestro de Felipe VI por parte de las instituciones del Estado controladas por Pedro Sánchez?
La segunda es el lenguaje que utiliza, términos como guerra, posguerra, etc. nos retrotraen a una época que en nada se parece a ésta. No acabo de entender, y lo he comentado en numerosas ocasiones, como, desde el poder, en estos momentos se esté hablando de guerra o de una situación que nunca se había visto desde principios del siglo XX. No debería ponerlo tan fácil y comentar que quizá, por su juventud no sepa que hubo dos guerras mundiales donde se asesinaron a millones de personas, la guerra de Yugoslavia donde murieron miles de musulmanes, sin olvidar las guerras de los ciudadanos de segunda de Africa, Oriente Medio o las propias situaciones trágicas de Haití, etc. Estamos desde luego con un problema de salud pública a cuestas que tiene solución, no lo olvidemos. El lenguaje bélico quizá deberían meterlo algunos por donde el sol más calienta.
La tercera viene directamente de una frase que ha dicho en su discurso televisado esta medio día, después de reunirse con los presidentes de las CC.AA.: «las decisiones políticas las tomo yo», claro que sí. Estaba comiendo precisamente con un miembro de la familia socialista y hasta a ella le han chirriado los oídos. He recordado aquello que dice ese libro tan utilizado, cuando le es útil, por Pablo (Manuel) Iglesias, a la sazón vicepresidente del gobierno, que es La Constitución, donde se puede leer que la soberanía reside en el pueblo. Y ni tan siquiera debería decir tamaña majadería a tenor de la Monarquía parlamentaria que nos rige, donde el rey Felipe VI tiene que sancionar cuantas decisiones se tomen. Curiosamente es una manera de pasar de todo y de todos los que comparten mesa y mantel con él. De ahí el título de la reflexión que leen ustedes.
Y por último, andar pidiendo nuevos acuerdos con partidos a los que no se tiene en cuenta es, como mínimo, algo indecente, sobre todo si se hace con esa soberbia. Recordar quizá al Sr. Sánchez que comparte mesa y poder con Pablo (Manuel) Iglesias, quien no se ha cansado de repetir hasta la saciedad algunas tonterías, y entre ellas la de que los Pactos de la Moncloa estaban obsoletos. Hablo de memoria, pero estoy convencido de la extensa hemeroteca que se podría consultar en las redes sociales.
Es una pena que el Rey Sol, no se de cuenta de que el poder corrompe y el poder totalitario, en democracia, no sólo corrompe, sino que además queda para la historia. Repito, no estoy hablando mal del PSOE ni de la familia socialista, si quisiera hacerlo lo haría, no lo duden. Pero siendo como son un partido tan histórico no entiendo como permiten una forma tan totalitaria de gobernar.
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